Las salas de espera en los hospitales

Como ya conté, hace dos semanas tuve la consulta del traumatólogo en el hospital de Basurto. Bueno, al final me tiré casi dos horas en la sala de espera, gracias a Dios me compré el periódico y la espera se me hizo mas llevadera.

Curioso lugar la sala de espera, dónde por fuerza, debes empatizar con la gente, bueno, con cierta gente, personas que se ven en la obligación de compartir con el resto del mundo sus enfermedades y dolencias. Al final, algo así como un blog, pero de médicos y dolores pero sin escribirlo. ;-) Son predators de las salas de espera, acechan a sus presas empáticas como la leona acecha al ñu o a la gacela.

Estaba yo repasando un artículo de opinión cuando llegó a mis oídos una conversación, de mis compañeros de fila corrida. Eran tres personas, un matrimonio de unos 70 años y otro señor de unos 50. El de 50 les contaba que se cayó hace 15 años con un andamio (sin con, no de un, ;-)) y se salvó de milagro, eso si, tiene rosca y chapa en todos los huesos del cuerpo. La verdad, me maravilló que una persona que con 35 años tuviera semejante accidente lo contara con cierta lejanía y con bastante normalidad.

En esto que la mujer le preguntó "¿Y trabajas?", el hombre le contestó que si, y la mujer le contestó que tan mal no estaría ... Mal comentario pensé. El hombre ni se inmutó y le comentó que trabajar era lo normal. Chapeau.

La cosa es que llegó otro señor, de otros 70 años y se introdujo en la conversación, desconecté.

Minutos mas tarde, salió la enfermera y llamó a un paciente, era el primer señor de 70 años. Se levantó y se metió en la consulta. Levanté un poco la vista y puede observar que la señora no iba con su marido. No le di mas importancia.

Unos minutos mas tarde, otra conversación vino a mis oídos, hablaban los dos setentones que quedaban, bueno, hablaba la señora, y le decía al recién llegado que tenía el menisco fastidiado y que estaba esperando a operarse. El señor, parco en palabras, sólo asintió y dijo que lo suyo era de tobillo.

Entonces mi cerebro, bastante adormecido después de leer en la sección de sociedad que Anita Obregón decía tener un nuevo novio, empezó a procesar la situación y después de unos instantes me dio la solución, la señora no estaba casada, por lo menos no con el primero de los setentones.

Era un depredador de empáticos, era la leona y yo, era el tonto ñu que espera su inevitable muerte. Gracias a Dios mi cerebro dio rápido con la respuesta, ya que en menos de un minuto, la señora se había sentado frente a mi, un ñu con cara de buena gente y de buena capacidad de empatía. Era además un ejemplar muy peligroso, ya que minuvaloraba los politraumatismos del señor del andamio cuando su dolencia era un dolor de menisco de una persona de 70 años.

Os juro que estuve concentrándome en la Obregón como si estuviera leyendo un artículo de geoestrategia mundial. Cinco minutos eternos. Oía su respiración, notaba sus ojos fijos en mi, sentía que si mis ojos se elevaban sobre el borde superior del periódico, no me salvaría ni la alarma de incendios y lo peor es que sabía que todavía me quedaba por lo menos otra hora de espera. Si caía, posiblemente me contara hasta su dolor de juanetes.

Mi camuflaje con el periódico surgió su efecto, la mujer se levantó y comenzó a buscar otra presa, cuatro sillas a mi derecha estaba su presa, pero resultó ser un difícil contrincante, se volvió a levantar tras comprobar que debía escuchar en vez de hablar. Yo observaba la situación tras mi periódico como un agente de "electra" espía a James Bond en el aeropuerto.

Tras varios intentos mas en los que recorrió la sala de espera, salió la enfermera y me llamó, había salido vivo de la experiencia. Quizá la próxima vez no tenga tanta rapidez mental y sea presa de sus dolencias. ;-)

Por ahora, respiraré tranquilo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Reconoce, que más que una leona acechando a un pobre ñu, según la veías acercarte sonaba la música de Tiburón... Tarán Tarán tarantarantarantaran...

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